jueves, 5 de julio de 2007

Olga Rodríguez



La perdí la pista hace un par de años, después de que publicara su magnífica crónica de su paso por Irak titulada "Aquí Bagdag, crónica de una guerra". Ahora la he vuelto a encontrar, esta vez en Yemen, en los informativos de cuatro, de nuevo al pie del cañón, y sigo admirando su saber estar, su valentía y me sigue cautivando su forma de contar las cosas. Olga, espero no volver a perderte la pista.


Olga Rodríguez Francisco (León, 1975) es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Ha desarrollado toda su carrera profesional en la cadena SER y en cuatro. En 2003 cubrió como enviada especialla guerra contra Irak, informando sobre la crisis diplomática primero y el conflicto armado después. Por esa labor ha recibido el Premio Turia 2003 a la mejor contribución en medios de comunicación y el Premio Ortega y Gasset de periodismo 2003, otorgado a todos los periodistas españoles que cubrieron la guerra desde Irak.


Os dejo un trocito del libro, los primeros párrafos, por si a alguien le pica la curiosidad y le apetece leerlo.


AQUÍ BAGDAG, CRÓNICA DE UNA GUERRA
Olga Rodríguez


DISPARAN CONTRA EL PALESTINA
El 8 de abril de 2003, cuando ya llevábamos tres semanas soportando bombardeos sobre Bagdag, me despertó el sonido del teléfono fijo de mi habitación: la 515 del hotel Palestina. La ocupaba desde hacía una semana. No todos los periodistas gozaban del privilegio de tener un cuarto propio. Al otro lado del auricular estaba Jon Sistiaga, corresponsal de Tele 5, ironizando sobre mi sueño profundo en invitándome una vez más a desayunar.

- Pero a cambio subes esas galletas mágicas que tienes, ¿eh? Aquí nada es gratis, ya sabes - me dijo haciendouna broma.

Hacía un calor asfixiante entre aquellas cuatro paredes de mi cuarto.

Esquivé dos montañas de ropa sucia y abrí la puerta del balcón dejando paso libre al sonido ensordecedor de los generadores eléctricos que, sobre el jardín, los balcones o la azotea, vibraban sin descanso para proveer a los aparatos de los periodistas de la energía que necesitaban. Se alimentaban de gasolina, desprendían continuamente humo negro contaminante, un fuerte olor a gas y ese zumbido que terminó sirviéndome de mecedora para conciliar el sueño en las noches de bombardeos. Con la cantidad de colillas de cigarrillos arrojados al suelo, desde las terrazas y en los jardines, me parecía un milagro que nunca explotase ninguno de esos aparatos ni que volase con ellos el edificio Palestina. Busqué el último paquete de galletas que me quedaba mientras recordaba la muerte del enviado especial de El Mundo Julio Anguita Parrado, alcanzado el día anterior por un misil, ya a las puertas de Bagdag, las lágrimas de Mónica García Prieto, corresponsal de El Mundo en la capital iraquí, el desconcierto del resto de los periodisdtas españoles, la incertidumbre que me azotaba desde que había llegado a Irak, el 2 de febrero. Habían transcurrido ya más de dos meses, y sin embargo, los acontecimientos de las últimas tres semanas borraban cada minuto los recuerdos anteriores. La preguerra se había convertido en una desdibujada nebulosa irreal, bucólica, mitificada a base de los golpes, de la violencia y la muerte. Mi estancia en el hotel Al Rasheed tan solo unas horas antes de que comenzasen los primeros bombardeos sobre Bagdag reaparecía en mi mente como una grata vivencia sin angustias. Las dentelladas del dolor que me producía la guerra estaban comenzando a deformar mis recuerdos empujándomea parafrasear a Jorge Manrique.

1 comentarios:

Mikel Secada dijo...

También a publicado "El hombre mojado no teme la lluvia"
http://mklnoticias.blogspot.com/