domingo, 16 de diciembre de 2007

Ángel González

Ángel González es un poeta nacido en Oviedo en 1925. Durante su trayectoria profesional se relacionó con otros poetas como Carlos Barral, José Agustín Goytisolo y Jaime Gil de Biedma. En 1996 es nombrado miembro de la Real Academia de la Lengua, y ha ganado entre otros el Premio Internacional Salerno de Poesía, el Premio Antonio Machado y el Premio Reina Sofía de poesia Iberoamericana.

Sus obras son:
* "Áspero mundo" (1955).
* "Sin esperanza, con convencimiento" (1961).
* "Grado elemental" (1962).
* "Palabra sobre palabra" (1965).
* "Tratado de urbanismo" (1967).
* "Breves acotaciones para una biografía" (1971).
* "Procedimientos narrativos" (1972).
* "Muestra, corregida y aumentada, de algunos procedimientos narrativos y de las actitudes
sentimentales que habitualmente comportan" (1977).
* "Prosemas o menos" (1984).
* "Deixis en fantasma" (1992).
* "101 + 19 = 120 poemas" (1999).
* "Otoños y otras luces" (2001).
* "La Palabra en el Aire" (disco junto a Pedro Guerra) (2005).

Os dejo una poesía que me encanta, espero que también os guste a vosotros, perteneciente al libro "Palabra sobre palabra":


Me basta así

Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso-;
entonces,

si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo, mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando -luego- callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta).

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